El puerto de Vegarada fue uno de los caminos que utilizaron los romanos para comunicar ambas partes de la cordillera cantábrica. Actualmente en desuso, muchos puentes y partes de la antigua vía se conservan para disfrute del caminante.
Parecía que la mañana de Reyes se había despertado radiante, así que después de sufrir las nieblas los días anteriores y como no había que ir a la oficina me asaltó la idea de realizar una visita que llevaba ya tiempo queriendo realizar, la de la calzada romana de Vegarada. Actualmente ya no comunica León con Asturias, como ocurría en épocas no tan antiguas, ya que la época del asfalto apostó por otra vías de comunicación como los puertos de Pajares o de Ventana, dejando fuera de uso otros antiguamente más utilizados como este de Vegarada, el de Piedrafita o el Camín de La Mesa (por donde dice la leyenda que huyeron hacia el sur los moros derrotados tras la batalla de Covadonga) y que actualmente se encuentran sin adecuar para el paso de coches.
Los romanos construyeron, en su momento, una calzada que desde el puerto de Vegarada se dirigía hacia la ciudad de Legio (León) bordeando el Río Curueño y atravesando, para ello, las impresionantes Hoces de Valdeteja, un estrecho paso construido por las aguas durante millones de años a a través de las calizas rocas de la zona y que, junto a las cercanas Hoces de Vegacervera, son dos de las joyas escondidas de la montaña leonesa. Obligados como estaban a salvar en muchas ocasiones la corriente del Curueño para poder ir pasando de una orilla a otra en busca de la mejor ruta, los puentes que tuvieron que construir fueron numerosos, estando en la actualidad ocho de ellos en pie y, gracias a las restauraciones, en perfecto estado de conservación, aunque alguno de ellos haya que considerarlo más como medieval que como romano por las obras realizadas en ellos en esa época.
Cascada de Nocedo
Mi primera parada, sin embargo, fue en la cascada de Nocedo, un salto de agua metido en medio de las rocas y que en estos días no está en sus mejores momentos debido a la falta de lluvias y, sobre todo, nieve de estos meses. Esta cascada es muy conocida y siempre hay gente visitándola. En cambio la ruta de los puentes es más desconocida y os puedo asegurar que en los ocho que componen la ruta pude aparcar sin problemas junto al puente en cuestión y los visité yo sólo, sin nadie que me estorbara. Sólo en uno de ellos un lugareño lo atravesó con una carretilla llena de hierba, sin duda destinada a su ganado.
A pesar de que hay una guía turística sobre esta ruta que os podéis descargar de internet, las coordenadas que vienen en ella para poner en el gps son erróneas (podéis comprobarlo con el Google Maps), así que os pongo las correctas junto al nombre de cada puente de la ruta, que son los siguientes:
Puente del Ahorcado o de los Verdugos
Puente de Villarín
Pontón del Arroyo de Villarías, con el arroyo congelado
Puente de los Campos de Lugueros
Primer Puente de Cerulleda o La Puente de Abajo
Segundo Puente de Cerulleda o La Puente de Arriba
Pontón de Francamuerta
Una vez acabada mi visita a los puentes, me fui hasta el alto de Vegarada buscando algo de nieve, porque ya habréis podido ver como esta brillaba por su ausencia en toda la ruta. Tan sólo en los picos más altos y en algunas zonas sombrías se mantenían alguno neveros resistiendo al calor más propio de la primavera que del invierno que hacía a eso de la una de la tarde. Como ya dije al principio el Puerto de Vegarada no está asfaltado y tras acabar la carretera, seguí con el coche por una pista de grava con un montón de baches buscando el límite con Asturias. No lo encontré físicamente (vamos, que no había ningún cartel), pero el que el camino empezara a tomar ruta descendente y que, además, este empeorase casi metro a metro me convenció de que lo mejor era dar la vuelta y dejar la excursión por la vertiente asturiana para una futura ruta a pie o en bici, porque en coche estaba muy complicado. Además al ser la primera vez que iba por allí no sabía muy bien lo que me iba a encontrar, así que creí más prudente dar media vuelta cuando aún podía que meterme en algún camino estrecho con fuerte pendiente del que a lo mejor no podía salir.
Puerto de Vegarada
Para acabar me fui hasta la estación de esquí de San Isidro, que como muchos sabréis tiene acceso también por Vegarada, concretamente la zona de Riopinos. El paisaje era desolador, sin apenas nieve más que en la zona alta y sin nadie en la zona. De hecho estuve paseando por los remontes mecánicos que, parece ser, tienen videovigilancia, porque lo cierto es que por allí no había ni un alma.
Pues nada, esa ha sido mi excursión del día de Reyes. Y el domingo me largo a Riaño a pasar unos días y a seguir disfrutando de la naturaleza. Además, qué bonita está siempre la montaña, sea la época que sea.