07 Dic
5:56

Mi Valle, requiem por una comarca cruelmente masacrada

Desde que el pasado mes de junio contactaron conmigo del Diario AS para que colaborara con ellos en la sección digital de béisbol, el tiempo que he tenido para poder escribir en este blog se ha reducido considerablemente. Aún así hoy voy a sacar unos minutos para hablaros de Riaño, un tema que, por más que hayan pasado ya casi 30 años, sigue doliendo en lo más profundo del alma de todos los que de una forma u otra lo conocimos.

El valle de Riaño antes de su inundación

El valle y el pueblo de Riaño antes de su inundación

Y es que ayer estuve en el cine viendo el documental «Mi Valle», con imágenes de la comarca y los pueblos de la zona y de todo lo que allí ocurrió en aquel trágico verano de 1987, incluyendo entrevistas tanto a personajes famosos como el actor Imanol Arias (nacido en Riaño) o el propio ministro socialista Sáenz de Cosculluela (responsable del cierre del pantano) como a riañeses que lucharon por salvar de la destrucción uno de los valles más bonitos y fértiles de la montaña leonesa, al pie de los mismísimos Picos de Europa. Sin duda fue aquella una de las mayores aberraciones realizadas por la administración, que supuestamente debería estar al servicio de los ciudadanos pero que en esta ocasión se encontraba postrada y genuflexa ante los intereses de las poderosísimas compañías eléctricas.

No voy a contar la historia del cierre del pantano porque es sabida y conocida por todos. Este reportaje realizado por el programa Informe Semanal en 1985 ya hablaba sobre el tema y en él se pueden ver imágenes que hoy son ya historia viva de nuestra región.

Riaño me toca muy de cerca, no en vano parte de mi familia política procedía de Éscaro, uno de los nueve pueblos que fueron destruidos y anegados por las aguas del pantano. El pasado verano, aprovechando que la cota de las aguas había bajado muchísimo por la escasez de nevadas en ese invierno, mi mujer y yo hicimos una visita a la zona y bajamos hasta el pueblo, del que no queda absolutamente nada tras la destrucción sistemática de todos los edificios que ordenó el gobierno de entonces. Sólo quedaban piedras en la zona donde antes había casas y las calles habían desaparecido bajo el lodo del embalse. Fue muy emocionante recorrer una zona donde antaño hubo vida y en donde sólo el cementerio, situado en la parte alta del pueblo, ha quedado como vigía permanente de una población que fue abandonada a su suerte. Incluso pudimos conversar con algunos descendientes de la zona que ese día habían acudido al cementerio a honrar a sus ancestros allí sepultados. Y es que, aunque en la foto inferior se puede ver como las aguas llegan a inundar parte del mismo en sus momentos de máxima cota, lo cierto es que la mayoría del año se puede acceder a él sin problemas por un camino que baja desde el viaducto que cruza sobre lo que antaño fue la población.

Cementerio de Éscaro, ligeramente cubierto por las aguas del pantano

Cementerio de Éscaro, ligeramente cubierto por las aguas del pantano

Aparte de darnos un paseo por el antiguo pueblo, el nivel de las aguas era tan bajo que pudimos acercarnos hasta la antigua carretera que venía de Riaño y que, al encontrarse gran parte del año sumergida, se mantenía en un muy buen estado de conservación. Incluso hay aún algún utensilio de cocina que permanece en el sitio en donde lo dejo su dueña, como si esperase que en algún momento esta fuese a aparecer para poder ser utilizado una vez más. La sensación que te llevas es la de tristeza y una enorme soledad, tratando de imaginar lo que pasaron aquellas personas a las que se echó de sus casas supuestamente en beneficio de la parte sur de la provincia a la que se prometió convertir sus secos y agrestes campos en un vergel similar a las vegas murcianas y que hoy, 30 años después, siguen esperando a que llegue la primera gota de agua de un pantano construido en torno a un montón de mentiras y que tanto daño y sufrimiento causó a tanta gente.

Éscaro, uno de los pueblos anegados por el embalse

Éscaro, uno de los pueblos anegados por el embalse

Recuerdo perfectamente la última vez que estuve en el viejo Riaño. Sería sobre 1986, un año antes del cierre del embalse. Fui con unos amigos y nada más llegar entramos a una bar del pueblo a tomar una caña. Os podéis imaginar el plan en el que van cuatro o cinco chavales de 20 años, haciendo risas y en plan de fiesta. No le debió hacer mucha gracia al dueño del bar porque recuerdo que nos trató con una tremenda frialdad, como si le molestara nuestra presencia en un pueblo ya condenado a muerte y que solo esperaba la llegada del día en que se ejecutara la sentencia. Entonces me pareció un tío borde y desagradable, pero con el tiempo he llegado a entender su postura, la de alguien que no sabe si el café con leche que está sirviendo hoy a sus parroquianos será el último o si mañana tendrá ocasión de volver a levantar el cierre del local. Entiendo su disgusto ante las risas de unos niñitos venidos de la capital para pasar el día y que esa misma noche dormirían en sus casas sin ninguna preocupación que les quitara el sueño. Si realmente pudiera pedirle perdón por aquella muestra de insensibilidad lo haría ahora mismo sin dudar.

El viejo Riaño quedará como símbolo de la sinrazón humana

El viejo Riaño quedará como símbolo de la sinrazón humana

Es difícil olvidar aquellos años. No somos aún tan viejos como para no recordar como se engañó a la gente con promesas que jamás se han cumplido y como se enfrentó a la provincia unos contra otros, norte contra sur. El viejo «divide y vencerás» que tan buenos resultados ha dado siempre y que en esta ocasión no iba a ser distinto. Yo nunca he estado en contra de la construcción de pantanos porque siempre los he considerado imprescindibles para el desarrollo del país, pero lo que se hizo en Riaño fue un auténtico despropósito, tanto a la hora de realizar las expropiaciones como la paralización del proyecto en los 60 y su recuperación en los años 80 sin ningún otro sentido más que el beneficio hidroeléctrico. En su momento estuve contra el cierre del pantano y recuerdo tener discusiones con gente que verdaderamente estaba convencida de que el embalse iba a ser la panacea para la provincia, mientras yo y otros como yo defendíamos la tesis de que el cierre sólo iba a beneficiar a Iberduero (actual Iberdrola) y que se hacía por la cancelación del proyecto de la central nuclear de Lemoniz. Lamentablemente los años nos han dado la razón a los que así pensábamos y han dejado claro que en este país a la hora de conseguir ciertos objetivos tienen más fuerza una bomba y un asesinato a sangre fría que la razón y la palabra. Es triste decirlo pero la realidad es así.

Para el que no conozca la historia de lo ocurrido, aquí tenéis un vídeo resumen de la ocupación militar de la zona y de la brutalidad con la que la Guardia Civil, venida ex profeso de Madrid con sus mejores efectivos, trató a los que intentaban defender el pueblo de los derribos.

Treinta años después sigue doliendo ver estas imágenes. Pero la belleza del valle, con o sin pantano, permanece a disposición de todos. En el documental decía el escritor leonés Julio Llamazares, cuyo artículo de hace años sobre lo ocurrido en Riaño es de obligada lectura para entender lo que allí ocurrió, que lo que a él le produce regresar al valle es una inmensa melancolía. Estoy completamente de acuerdo con él porque eso es, precisamente, lo mismo que me ocurre a mi cada vez que vuelvo a visitar la zona. Adoro los Picos de Europa, sobre todo la zona de Panderrueda y el valle de Valdeón, sin duda la zona más bonita de todo el Parque Nacional. Y para llegar allí desde León hay que pasar por el nuevo Riaño, un pueblo que a mi me parece triste y sin el alma que antaño tenía el que desapareció bajo las aguas. O quizás sea mi espíritu, que se encoge cada vez que mi mirada se dirige hacia las aguas y mi mente trata de atisbar lo que en ellas se ocultan. Y año tras año imagino el día en el que la razón se imponga y el valle vuelva a surgir de entre las aguas, una ilusión que probablemente no veré cumplida pero con la que seguiré soñando día tras día.

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»

(Martin Niemöller)

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0 Comments

    flamio

    07/12/2016 at 17:56

    Cuantas veces olvidan los que están en los despachos que están para servir, no para ser servidos, que tristeza me ha dejado tu entrada, pero es necesario recordar estos disparates por si alguna vez somos capaces de enfrentarnos a ellos y pararlos.

      Leonishiki

      07/12/2016 at 17:56

      Gracias Marcos, esa ha sido mi idea, recordar lo que ocurrió y que sirva de ejemplo,para que salvajadas como esta no vuelvan a producirse jamás en ningún sitio. Un abrazo, amigo

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