Escondido a mitad de la calle Serrano y fuera de las típicas zonas turísticas de Madrid, el Museo Lázaro Galdiano es una de esas joyas ocultas que todo visitante a la capital de España debería de conocer.
Formado por la colección particular de Don José Cecilio Lázaro Galdiano, la Fundación que lleva su nombre expone gran parte de las obras que este gran ilustrado e intelectual (de los de verdad, no como los de ahora que se autodenominan así ellos mismos sin merecerlo) llegó a acumular durante sus 85 años de vida más de 12500 piezas artísticas de toda clase (de las que solo están expuestas unas 8000 al no haber sitio material para el resto), así como una biblioteca con más de 20000 volúmenes. Gran negociante y marchante de arte de éxito, Lázaro Galdiano era una persona de carácter huraño y algo reservado, especialmente tras la muerte de su esposa en 1932, y acabó viviendo en el Hotel Ritz al tener su palacete tan atestado de piezas artísticas que no le permitían vivir en él. Tras su muerte en 1947, sin descendencia, dejó como único heredero de todo su patrimonio al Estado Español, incluido su palacete Parque Florido en donde está instalado el actual Museo, a condición de que se creara una Fundación que perpetuara la colección por él adquirida durante tantos años y no acabase desperdigada en diferentes ubicaciones.
El Museo consta de cuatro plantas, todas ellas divididas por varias salas muy bien indicadas y documentadas, con fotografías en muchas de ellas de la antigua utilidad de la habitación (salón, zona de juegos, comedor, etc.). En la planta baja se encuentra la zona dedicada al «Retrato del coleccionista», con piezas que hacen referencia a los viajes, exposiciones, obras literarias (Lázaro Galdiano fue el fundador de la Revista «La España Moderna») y también tiene salas dedicadas a las exposiciones temporales. Para subir a las plantas superiores aconsejo utilizar un ascensor antiguo restaurado (con su asiento incluido) para poder continuar la visita. Nosotros seguimos las indicaciones de uno de los guías (muy amables todos) que nos aconsejó subir a la tercera planta y desde allí iniciar la visita en línea descendente, ya que las diferentes plantas no guardan correlación entre ellas por lo que no tiene ninguna importancia continuar el recorrido siguiendo un itinerario u otro.
La tercera planta, nominada como «Almacén Visitable», está dedicada a diferentes piezas de todo tipo, desde sables medievales a marfiles orientales, pasando por telas, bronces y medallas de todo tipo. En casi todas las salas hay mucho cajones con más piezas ocultas y que pueden abrirse para disfrutar de lo allí expuesto. Personalmente me encantó la impresionante colección de marfiles y la de monedas. Sin duda un numismático experto se pasaría horas y horas en esa habitación admirando y disfrutando de los cientos (puede que miles) de monedas allí expuestas. Uno de los guías nos explicó muy amablemente que la razón de que hubiera tantas piezas en la colección de la Fundación era que Lázaro Galdiano compraba el contenido de Palacios enteros puestos a la venta por sus dueños que, acuciados por las deudas, se deshacían de todo para poder afrontarlas. Además su provechoso negocio como marchante de arte le permitía ofrecer a los propietarios un trueque de todo lo allí existente por alguna obra conocida (un cuadro de Sorolla, por ejemplo) de gran valor y que, al poder ser vendida a buen precio y de forma rápida, les permitía obtener la liquidez económica que tanto necesitaban en ese momento. Se explica así que consiguiera reunir tal cantidad de piezas de tan diferentes estilos, ya que comprarlas una a una hubiera resultado una labor titánica y prácticamente imposible de llevar a cabo.
Bajamos al segundo piso, antigua zona residencial de la familia Lázaro, en donde están las salas dedicadas al «Arte Europeo», con multitud de obras de arte tanto de la Italia, Alemania, Francia, Inglaterra y Holanda de los siglos XIII en adelante, así como un gabinete de miniaturas realmente precioso. Hay que destacar las pinturas flamencas, inclyendo alguna de El Bosco, así como diferentes cerámicas, relojes, esmaltes, platería, etc, todo proveniente del resto de Europa. Y es que para el «Arte Español» está reservada la primera planta, en la que nos vamos a encontrar auténticas joyas de Velázquez, El Greco, Murillo o Goya, probablemente el artista favorito de Lázaro Galdiano y que da nombre a la revista artística que edita actualmente la propia Fundación. Esta primera planta, además, era la zona principal del Palacio ya que en sus salas se recibían a las innumerables visitas que recibían durante el primer cuarto del siglo XX y en donde, seguramente, se realizaron tertulias de alto nivel cultural y académico. No se pueden dejar de ver las pinturas que decoran cada uno de los techos de estas salas, realizadas por Eugenio Lúcas Villaamil. La entrada principal al Palacio se efectuaba también por esta planta, ya que esta se realizaba por la calle Claudio Coello, cuya diferencia de altitud con la calle Serrano hace que esta primera planta fuera, en realidad, la parte principal de la casa en vez de la planta baja.
Sin duda una visita obligada para todos los visitantes de Madrid. Recomendada completamente. Eso sí, aconsejo realizarla con tiempo y sin prisas, ya que la cantidad de piezas expuestas es tal que sería un crimen pasar por alto salas o cajones cerrados por no tener tiempo para verlo todo. Así que hacedme caso, id al Museo, lo veis y luego me decís si estaba o no en lo cierto al recomendaroslo.